Nací en un pueblo con trenes que pasaban a cualquier hora. Los recuerdos de mi infancia siempre tienen por todo paisaje una línea de ferrocarril y la ancha y larguísima calle polvorienta, pedregosa, sin asfaltar todavía, que se extendía a su lado durante kilómetros.
También hay una casa de madera. Una casa que se estremecía cuando se aproximaban las casillas de los trenes de carga, casi siempre abono, piedras, caña y también aquella oscura miel llamadas “de purga”, cuyo olor dulzón atravesaba las ventanas y rendijas de la casa y se nos colaba en cada rincón de la sala, los cuartos y la cocina.
Por allí pasaban trenes de pasajeros con dos destinos: Holguín y Santiago de Cuba. No más. Venían desde (o iban hasta) Antilla, antiguo puerto de mar, hermoso pueblo muy venido a menos, como todos –y todo– en Cuba, al que jamás visité de niño sino ya bastante tarde, durante esas turbulencias de juventud que obligan muchas veces a desandar lo andado.
Un escritor cubano, desde Dominicana, dedica su blog a esas extrañas remembranzas cubanas salidas de los pueblos con ferrocarril. Leyendo sus textos, ahora que reparo en ellos, descubro que mi relación con aquellos viejos trenes, teniéndolos tan cerca, nunca fue de tanta proximidad. No llego a evocarlos como presencias constantes en mi memoria. Más bien son antiguos fantasmas de un paraíso perdido, a cuyas ruinas quién sabe si volveré algún día.
Fotos: A. Mantilla en Panoramio
Gracias a Dios mi paisaje de la infancia no tuvo nada que ver con los trenes. Algo asi veia cuando visitaba a mi familia materna en Baguanos, Holguin. Creci rodeado de montanas que siempre invitaban a ser escaladas, un rio precioso que otrora recibia saludables crecidas en la primavera, y bosques que tambien se fueron abajo con el periodo especial, cuando por la falta de combustible se convirtieron en brasa y ceniza en los fogones hogarenos.
ReplyDeletePues yo tuve un paisaje similar, a decir verdad era mi lugar preferido para jugar, lo que mas me gustaba era la claridad y el espacioso cielo encima de los cañaverales que nos rodeaban. Sigue con cuaderno de bitacora, me entusiasme inmediatamente de verlo, creo que lo que brota de ti, de esa parte con sabor a nostalgia, tiene el mas puro caudal.
ReplyDeletey que pueblo es ese? Cacocum?
ReplyDeletesalusos, william navarrete
Esas fotos deben ser de Cueto, no podría irme del foro sin agregar, Michael, que por una zancadilla del destino ahora los trenes no llegan a Antilla, sino que finalizan su viaje en Cueto.
ReplyDeleteTodo tiene que ver con puentes deteriorados, o algo así.
Cueto siempre fue en mis recuerdos infantiles, ese pueblo que antecedía a mi Antilla querida.
¿Otro recuerdo?: Cuando estaba en un largo viaje desde Santiago de Cuba hasta Antilla en tren, descubrí a un escuálido (sin faltar el respeto) muchacho que leía un libro de técnica periodística, o algo así...
Resultó ser uno de mis más entrañables amigos: el cuetense que escribió el artículo que ahora comento.
Gracias por hablar de nuestros queridos trenes.
al
Por un comentario de Norberto en mi blog,pasé por el suyo, que me encantó y he venido a parar aquí y para colmo descubro una colaboración de mi sobrino Carlos Centurión, jaja, yo también vivo en Houston así que pondré un enlace a este blog inmediatamente en el mío. Seguiré visitándolos sin falta.
ReplyDeleteEn efecto, Alfonso, son de Cueto, "pueblo donde yo nací", como dice el Benny. Y gracias a todos por sus comentarios, especialmente a Ana Centurion, con cuyo blog nos reímos muchísimo en casa. Los invito a todos a llegarse por allí.
ReplyDeleteNo sabes cuánto me agrada que en tu casa se hayan reído con mis boberías. Eso me hace feliz.Gracias por decírmelo.
ReplyDeleteHola Michael, este post tuyo me ha traído a la memoria un viaje que de niño hice de San Germán a Antilla, donde hicimos escala en Cueto. Todos los veranos yo viajaba desde La Habana hasta el pueblo donde nací y vivian mis abuelos en aquellos trenes lecheros que se demoraban una eternidad en llegar. Pero a pesar de las incomodidades y la demora, a mí y a mi hermana nos encantaba. Saludos desde Princeton.
ReplyDeleteEsto trenes me recuerdan un lugar de Ciego de Avila donde yo solia visitar con una novia que tenia por alla. Me traen muchas memorias. Dejame compartir algo contigo... algo que nacio junto a trenes muy parecidos a esos que tienes ahi.
ReplyDeleteDonde nunca llega el tren
Añoranza, silencio, melancolía, desdén,
vengan todas y volemos donde nunca llega el tren.
Cuando mis labios se den como lluvia entre la caña,
besaremos a la noche en esta ciudad extraña.
No me engaña la quietud, mis dedos ya se acostumbran,
a palpar un nuevo olvido, cuando los sueños no alumbran.
Me encuentro aquí, en la penumbra, no importa ya dónde estén,
te suplico me acompañes donde nunca llega el tren.
Amiga, observemos juntos las luces como corceles,
cabalgando junto al tiempo, volando sobre esas rieles.
Amiga, ilusiones fieles se convierten en reflejos,
cuando un verso se detiene a mirar al sol de lejos.
Esta ciudad que me absorbe produce melancolía,
la que se escribe por dentro, sin rimas ni poesía.
Sólo rastros en la vía, si hay estación…no la ven
los conductores del alma, pues aquí no llega el tren.
Carli C4, poeta cubano.
Todo los horarios de estos trenes y mas se encuentran en http://horariodebuses.com/cu
ReplyDeleteO que buena pagina
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