Tuesday, September 29, 2009

Los ojos inyectados

Desde algún punto en el vacío, Ángel Escobar nos mira. Vacío. Suicidio. Insaciabilidad. Ya no soy el muchacho que mira / desde el reborde aquel de la ventana. Ángel Escobar. Los cuchillos. El grito. Guantanamero que delira con perga de cerveza. El astillado. El que vio morir a los suyos bajo paliza y dentellada. Uno siente rondar la muerte y su olor no es frívolo. Cuando nos ronda la muerte se prescinde de lo anodino del vivir, se restan banalidades, se apoca el anecdotario de la insulsez, se cobija uno en los antónimos del artificio. Una voz desde la pantalla habla de ojos inyectados. Ángel Escobar. Ese poeta disidente que (han dicho) se repetía. Escribí en medio del vocerío, dice Ángel Escobar y es el primer poeta cubano que nos enseña que el lenguaje NO es fatalidad, aquello recordado por Nietszche que dijo Homero que dijo Hegel. Adiós, iconos de la vida real, vanidad de animal público. Ángel Escobar pudo fundar para sí una de-generación, una antiescuela, un contramito, una deslegión de verbinautas hacedores de otras volutas. Pudo hacer contra-revolución (y la hizo al lanzarse al vacío y pegar su cuerpo contra el cemento en La Habana el Día de San Valentín 1997). Me contaron de aquella grande mesa con objetos: Ángel Escobar le llamaba su novela. Me contaron que bebía cerveza de una pipa que situaban cerca de su casa en Alamar, creo. Y que eso lo aliviaba. Me contaron la anécdota de una falsa Sandra. Y de cierta borrachera y trajín amatorio en una piscina con cierta ninfómana devenida respetada escritora/funcionaria de provincia en Matanzas años 80. Hay unas cuantas cartas a amigos, a su novia eterna, Anita Jiménez, a otros seres cercanos. Hoy lo sabemos: son cartas para aferrarse a una no-explicación, son cartas para sí mismo. Ángel Escobar (me) (nos) contó su día de cuchillos. Me traje de Cuba el libro que recopila toda su poesía. Leyendo aquellos sus poemas de los 70, llueve la extrañeza. Releyendo los últimos escritos antes del salto, vuelven las preguntas. Es cierto. Hubo la NADA. Hubo el VACÍO en la poesía cubana. Vinimos a saberlo tarde, justo tras aquel salto, releídos algunos libros. Ese vacío lo mató. Y ese vacío es: oquedad necesitada de un portavoz. Debimos estar allí, con él, a su lado en el día terrible, atarlo a la cama como aquel Rimbaud narrado en uno de sus poemas del libro Abuso de confianza. A su lado. Como a su lado estaban Carroll, Borges, Kafka. Eso ha dicho alguien torpemente para hacernos sentir inútilmente culpables. Erradamente también, alguien disertó sobre la intelectualización del dolor en su poesía. No es dolor tamizado sino dolor mismo, dolor antiguo que se prolonga y trasmuta. Cuéntame lo que me pasa, aquella su estación vallejiana, es el nombre que dieron a su volumen de narraciones, que muestran tanto como sus poemas. Páginas que cifran una indagación, la búsqueda de otras modulaciones hacia lo inexorable. Tendemos a considerar como trasgresión del lenguaje los meros juegos con las palabras, la implosión sintáctica, todo lo que en Ángel Escobar no es gesto sino único modo de aferrarse a lo incorruptible de una respiración. Será difícil trazar hoy las rutas de formación de una poética. Plácido, Juan Francisco Manzano, tal vez. ¿Pero es una poética lo que hallamos en Ángel Escobar? ¿Es menos un sistema de ideas emparentadas, afines, y más un cuerpo de resistencias que halla verificaciones en el poema? Si en una zona importante de la poesía cubana hallamos “rechazo de la literatura considerada como práctica demoníaca, y el correspondiente elogio de la poesía en tanto actividad integradora, donde no cabe la división”, Ángel Escobar emprendió su andadura a contrapelo de lo icónico y erigió un decir absolutamente singularizado desde las antípodas. Era como si encarnara aquella pregunta lezamiana que es todo un ensayo, su ensayo sobre la relatividad de la verdad, y que inquiere ¿en dónde encontrar sentido? Es en la poesía donde sólo halló coherencia en medio de paranoias y una praxis esquizoide. El primer poema de este libro reconstruye una familia en la memoria. El último, que no es el último que él escribiera, sino apenas el último de este libro, habla de una fugacidad y, lógicamente, habla de política: es decir, reconstruye la historia de la Isla desde el negativo de una fotografía de pasaporte. La familia, que es la ausencia de lo que permanece. La Isla, que es lo que permanece de todas nuestras ausencias, de cada una de nuestra agonías. Desde algún punto en el vacío, Ángel Escobar nos mira. Vacío. Suicidio. Insaciabilidad. La idea de escapar. Una mano se alza cada día para suicidios. Y mata.

Friday, September 18, 2009

Esa insoportable levedad

Es sólo una anécdota. Pero demuestra que todavía me queda algo ingenuo dentro.
Hace unos días visité on line el periódico El País, de España. Anunciaban en portada una entrevista digital con la novelista Belén Gopegui.
Para los que no la conocen, una seña: furibunda defensora del régimen cubano. No sé muy bien por qué, pero masoquismo no será. Masoquismo se espera de un cubano, pero no de alguien que vive en la Vieja Europa.
Lo pensé dos veces, pero terminé llevándome por no sé qué instinto y dejé mi pregunta, señal de que no siempre pensar las cosas dos veces arroja un resultado de provecho. Decía mi pregunta, casi textual:
Belén, los que aún creemos en los derechos humanos y las libertades de expresión y asociación como valores universales y perdurables, nos gustaría saber por qué defiendes al régimen dictatorial que impera desde hace más de medio siglo en La Habana. ¿Será acaso que no consideras que los cubanos deben gozar de los mismos beneficios que, por ejemplo, los españoles?
Al cabo de media hora, más o menos, volví a la página. La entrevista ya había concluido. La pregunta que envié no fue tenida en cuenta. En cambio, un mensaje final de la entrevistada me sacó la carcajada:
"Gracias por las preguntas, decía Céline: ya no nos queda demasiada música dentro para hacer bailar la vida, pero llevémosle la contraria, nos queda dentro y la necesitamos fuera, música y comunismo. ¡Salud!"
Así supe que hay gente muy rencorosa todavía en este mundo. Y que me queda algo de ingenuidad a pesar de mis treinta y cinco años.
Por cierto, más le valdría a la Gopegui no hacerle mucho caso al lector llamado Nostos y arreglarse ese pelo de una buena vez.

Monday, September 14, 2009

El poeta en su calvario

No puedo escribir hoy de otro tema que de las tribulaciones por las que está pasando mi amigo, el poeta Luis Felipe Rojas allá en su pueblo de San Germán, en el oriente de Cuba.
Desde hace algunos años, Luis Felipe comparte su pasión por la literatura con la difícil labor de denuncia de los atropellos que contra los derechos civiles y el ejercicio de la libertad de expresión se cometen a diario en Cuba. Lo hace a través de su blog alojado en Cubaencuentro y también por Radio Martí y otras emisoras y sitios digitales en el extranjero.
Debido a ello, actualmente su vida y la de su familia es lo más parecido a un infierno, con continuas detenciones, golpizas, amenazas, actos de repudio ante su casa, registros, confiscaciones de libros y artículos diversos, violaciones de su privacidad y hasta lanzamientos de piedras y otros objetos contra la habitación donde duerme con su esposa Exilda y sus dos pequeños hijos, Malcolm y Brenda.
Conocí a Luis Felipe en la beca de la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba, donde él comenzó sus estudios inconclusos de Filología a mediados de los años noventas. Yo estudiaba Periodismo y por las noches tertuliábamos siempre entre tragos del peor ron que se pueda concebir y vasos de té y agua de azúcar. Venía del Pre militar y creo que por ello lo mirábamos con cierta desconfianza, como si se tratara de un intruso entre nosotros, que nos creíamos los elegidos por los dioses díscolos de la literatura.
Lo cierto es que fue el primero que se apareció con un bloc casi completamente lleno de poemas, que naturalmente fue descuartizado entre todos, aprendices de poetas con sobradas ínfulas de críticos en ciernes. En realidad reaccionábamos de esa manera ante el sordo mazazo que nos había dado al trabajar sus poemas en la sombra, mientras nosotros dilapidábamos el tiempo en discusiones tontas sobre la naturaleza del arte y el futuro de la poesía. Por eso la mirada del poeta con su gastado bloc bajo el brazo era inquisitiva: ¿y los poemas de ustedes dónde están?
Un día visité la cuartería donde vivía con su madre y un hermano, en las peores condiciones que pueda uno imaginar. Allí transcurrieron sus años universitarios, mitad en Santiago y mitad en La Habana, donde por alguna razón no pudo graduarse nunca. Luego su madre logró con gran esfuerzo construir una vivienda de las llamadas “de bajo costo”, pero para ese entonces ya Luis Felipe estaba cerca de publicar su primer libro Secretos del monje Louis y trabajaba como instructor de teatro en su localidad.
Forjamos una gran amistad que dura hasta hoy. Compartimos muchos momentos inolvidables, como el arduo proyecto de la revista Bifronte, asesinada tras dos números por la acción mancomunada de la policía política y el nuevo Obispo de la Diócesis de Holguín. Siempre admiré su honestidad, pero ahora reparo especialmente en su estatura moral, en la fuerza de sus principios, en el valor que le da a lo que hace en medio de un entorno tan represivo.
Desde aquí le deseo que ese calvario suyo y el de tantos cubanos que han elegido el camino de la liberación personal por medio de la oposición pacífica y la denuncia de las violaciones de los derechos humanos, pueda concluir pronto con el desmantelamiento del viejo régimen y la necesaria apertura democrática en la Isla. De no ser así, sólo le quedará el camino del exilio, donde lo recibiremos como al más esperado de los hermanos que regresa tras una gran batalla.

Monday, September 7, 2009

Un all stars de la pelota cubana

Dos glorias juntas: Luis Tiant y Minnie Miñoso. Corre mucho béisbol (y del bueno) por las venas de ambos.
Otro cubano legendario: Rafael Palmeiro, quien debió retirarse abruptamente tras un escándalo por uso de esteroides.
Hoy quiero hablar de pelota, aprovechando mi entusiasmo por la muy buena actuación que está teniendo el cubano Kendry Morales con los Angelinos de Anaheim. Trabajo que le costó, como dice un estribillo de Willy Chirino. Y quiero hablar de pelota en realidad, no a manera de evasiva, como hacíamos allá-ustedes-saben-dónde cuando se nos acercaba al grupo algún candidato a doctor en ciencias de la chivatería. Resulta que hace ya algún tiempo, viviendo aún en la Isla, leí el libro La gloria de Cuba, la historia del béisbol cubano escrito por el ensayista Roberto González Echevarría publicado primero en inglés y luego traducido y puesto en circulación por la Editorial Colibrí, de Madrid, en el 2004. En uno de sus capítulos, González Echevarría se aventura a lanzar lo que él llama "un all stars de la pelota cubana", es decir, "el mejor equipo de pelota cubano de todos los tiempos, posición por posición", tomando como inevitables puntos de referencia la actuación en los torneos profesionales cubanos --anteriores a su erradicación por el actual régimen de La Habana-- y desde luego las Grandes Ligas. Sobre éstas últimas podrá alegarse que no siempre estuvieron abiertas a los mejores de todas las razas y nacionalidades, pero nadie discutirá que fueron y siguen siendo el más exigente escenario posible en el béisbol mundial, el verdadero medidor de la calidad de un pelotero. González Echevarría sabe que se mete en terreno bastante polémico al intentar comparar los números de jugadores de diferentes épocas. Pero su intento vale el esfuerzo y quiero dejarles la lista, junto con una breve argumentación suya tomada del mencionado libro. Aquí les va:
Primera base: Rafael Palmeiro. Al terminar la temporada del 2003, había acumulado 528 jonrones de por vida en las Mayores y a la defensa había ganado tres Guantes de Oro. Regino Otero fue tal vez el mejor primera base defensivo cubano de todos los tiempos, pero no era un bateador recio. Francisco “Panchón” Herrera, un primera base gigantesco y con enorme poder, habría sido estelar si los Phillies de Filadelfia no hubiesen tratado de convertirlo en tercera o hasta segunda base porque tenían ya cubierta la inicial. Segunda base: Octavio Rojas, que jugó estelarmente 1449 juegos en esa posición en las Mayores, y ganó el campeonato de bateo de la última temporada de la Liga Cubana. Cuba ha dado grandes jugadores de la segunda, desde la época de Bienvenido “Pata Jorobá” Jiménez y Eusebio “Papo” González, hasta Félix Isasi, Andrés Telémaco y Tony Castaño en el período posrevolucionario. Tampoco hay que olvidar a Antonio “Tony” Taylor, que tuvo brillantes temporadas en esa posición en las Mayores y la Liga Cubana. Pero Rojas fue el de más sostenida excelencia en segunda y fue un bateador oportuno. Tercera base: Atanasio “Tany” Pérez, aunque su inclusión aquí es un poco forzada, ya que jugó sobre todo primera en las Mayores. Pero Pérez jugó cinco temporadas como tercera del Cincinnati. Su rendimiento ofensivo de por vida lo hizo ser electo al Salón de la Fama. Héctor Rodríguez fue un atleta excepcional y acaparó varios records ofensivos en la Liga Cubana. Cuando jugaba en el Toronto en la Liga Internacional lo ponían hasta en el jardín central si era necesario. Lo vi jugar en la Liga Cubana y le partía a los toques de bola y sacaba en primera como el mejor de todos los tiempos, Brooks Robinson. Pero su rendimiento al bate como slugger no era el de un tercera base. Short Stop: Silvio García, un superdotado, que además podía lanzar. Brilló donde quiera que jugó, pero por el color de su piel no pudo hacerlo en las Mayores. Dagoberto Campaneris tuvo brillantes temporadas con el Oakland de la Liga Americana y fue un all-around que en un partido jugó todas las posiciones. Fue, además, uno de los más grandes robadores de bases de todos los tiempos en las Mayores. Willy Miranda se conceptúa como uno de los mejores torpederos defensivos en la historia del béisbol, pero era un bateador muy débil. En un equipo con una ofensiva fuerte –como éste– Miranda podría ser el shortstop. Cuba ha sido muy fértil en la producción de shortstops desde la época de Luis “Anguila” Bustamante y Alfredo “Pájaro” Cabrera. Algunos piensan que el mejor fue Quilla Valdés, que nunca pasó a los profesionales, y en la época posrevolucionaria Rodolfo Puente, Germán Mesa y Rey Ordóñez, quien llegó a las Mayores y deslumbró a todos con su habilidad defensiva. Jardineros: Orestes Miñoso, Tony Oliva y José Canseco. Cristóbal Torriente, Alejandro Oms, Santos Amaro y Champion Mesa fueron estelares, pero es muy difícil contra los récords de Miñoso, Oliva y Canseco en las Mayores. Miñoso fue estelar en todas las ligas importantes de su época. Lo único que se le podría achacar a Miñoso es que no tenía posición en la que fuera estelar defensivamente –en la Liga Cubana jugó segunda, tercera, y cuando maduró, exclusivamente los jardines, preferentemente el izquierdo. Tenía un brazo poderoso. Pero no hay cómo regatearle a Miñoso una de las posiciones titulares en un outfield cubano de todos los tiempos. Oliva ganó tres campeonatos de bateo en la Liga Americana, terminó con promedio de por vida de más de 300 y fue seleccionado para varios juegos de las estrellas (ganó también un “guante de oro” porque era un excelente jardinero derecho). Canseco tuvo la mejor temporada de un jugador cubano en la historia de las Mayores, con la excepción de la de 27 juegos ganados de Luque en 1923. En 1988 Canseco conectó 42 jonrones, robó 40 bases y terminó con promedio de 307, con 124 carreras impulsadas. Era un jugador completo, pero sus defectos de carácter lo hicieron desperdiciar la oportunidad que tuvo de llegar al Salón de la Fama –aunque los hay con récords inferiores a los de él allí. Dotado de fuerza, destreza y belleza físicas, Canseco tenía un talón de Aquiles que lo convirtió en una figura más tragicómica que trágica. Receptor: Es la posición más débil. Lo mejor sería una combinación de Miguel Ángel González, por su defensiva, y Rafael Noble, por su ofensiva. En el béisbol norteamericano no hubo grandes receptores latinoamericanos hasta muy recientemente (de Manuel Sanguillén y Tony Peña a Iván Rodríguez) por una razón muy sencilla: el inglés. El receptor tiene que comunicarse con el lanzador y los demás jugadores del cuadro. Además, como pasaba en primera y tercera, los receptores cubanos y latinoamericanos solían ser demasiado livianos y frágiles, aunque los hubo livianos y recios, como Fermín Guerra. Guerra no pasó en las Mayores de cátcher suplente, pero en Cuba tuvo grandes temporadas y era un líder nato. Miguel Ángel tampoco fue estelar en las Mayores, aunque sí a la defensiva, y llegó a ser uno de los patriarcas del béisbol cubano. Pienso que por esa razón, y porque la habilidad defensiva es tan importante detrás del plato, Miguel Ángel González debía ser el receptor de este equipo. ¿Dónde poner a Martín Dihígo? La leyenda dice que era estelar en todas las posiciones, inclusive la de manager. Estoy dispuesto a creerlo, pero pienso que su mejor posición era la de lanzador –claro, un lanzador que podía ser también cuarto bate. Por eso lo pongo encabezando el elenco de lanzadores, que se completa así: José de la Caridad Méndez; Adolfo Luque, que ganó 193 juegos en las Grandes Ligas; Camilo Pascual, que tuvo 174 victorias en las Mayores, y ponchó a 2167 bateadores, y es en mi opinión el mejor lanzador cubano de todos los tiempos –de haber jugado para un equipo mejor que los Senadores (de Washington) se habría acercado a 300 juegos ganados–; Luis Tiant Jr., ganador de 229 juegos en las Mayores, con cuatro temporadas de 20 victorias o más, y abanicó a un total de 2416; Miguel Cuéllar, con cuatro temporadas de más de 20 ganados y un total de 185 victorias, uno de los mejores zurdos de su generación en las Mayores; Ramón Bragaña, ganó 48 juegos en la Liga Cubana y 211 en la Mexicana, a lo que habría que añadir sus victorias sobre equipos de Grandes Ligas en Cuba; Agapito Mayor, el combativo lanzador ganó 68 juegos en la Liga Cubana y 98 en la Mexicana, pero su mejor actuación puede haber sido en los Amateurs y torneos internacionales, aunque en la Serie del Caribe de 1949 (la primera) se alzó con tres victorias; Conrado Marrero, el mejor lanzador amateur, ganó 69 juegos en la Liga Cubana, 70 en la Liga Internacional de la Florida, y 39 en las Mayores lanzando para los Senadores de Washington; Pedro Ramos, ganó 66 juegos en la Liga Cubana, 16 en la última temporada del circuito, y 117 en la Liga Americana, donde también militó, sobre todo al principio, con los Senadores, aunque también con los Indios de Cleveland y, por último, como relevista notable con las Yankees de Nueva York. Tomado de La gloria de Cuba. Historia del béisbol en la Isla, Editorial Colibrí, Madrid, 2004, pp. 41-47.

Wednesday, September 2, 2009

Mis dos orillas

Lo siento. He estado pensando demasiado en la Isla en estos días. No lo puedo evitar.
El país será golpe sordo sabor a sangre / humo en mi boca cuando vengan a preguntarnos otra vez a quién debemos la sobrevida. Y diremos qué importa. No temo huir no me temo. Temo perder el sabor de la fruta madura de donde sacan el vino nacional. A quién le debo yo mi podredumbre. A qué nombre estoy sujeto. Quién sopló en mi costado. Quién me arrancó los ojos para dejarme mudo. Tengo derecho a traicionarme. Voy directo a la duda en dos mitades desiguales. Esta noche estaré entre los acusados saldré en la televisión como el vilipendiado de turno me juzgarán serio grave como arena negra. Desnudo estaré cuando vuelvan a preguntarme de dónde vienes. Y diré: tengo una palabra aquí una palabra / sola dura de matar una palabra / isla dura de matar una palabra / balazo en la cabeza. La isla es un punto cardinal en esta fiesta. A quién le debo yo mis dos orillas.
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cerré a la realidad las puertas de la dicha la sangre comienza a ser lodo
no hagamos más difícil esto de una pared y otra pared la raíz del hielo está creciendo como isla a la deriva
hacia ningún lugar de la tierra llamado paraíso defunciones
rupturas
viajes si no siento que me llaman cómo les rompo la máquina de odios los trenes de espuma y óleo surcan ahora el miedo a morir
lo que se deja en herencia no simula altares vagas noches
el cepo de dios
la isla enferma
mis puntos cardinales de lo precario se oye el aleteo de ave migratoria
las dosis de amar que el tiempo resta.
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toda palabra escrita sea parte de mí he visto. fui feliz sin abstenerme sin evasiones. todo cuanto sufro no lo aprendí en esta vidamiseria. anduve. ando. vine de la muerte que es como gramo de polvo sobre el asfalto.
ya está dicho: algo roe las entrañas del país. las trazas del odio ya no suman. en noches de tos y salmos soy parte del desfile antiguo.
vidainútil
he visto. una palabra no dicha está flotando. está en el aire. está en las aguas. va a estallar como torpedo como granada en mano. la línea diurna destaca el añejo dolor. si una sombra duele ¿será mi sombra? toda palabra escrita sea parte de mí
como silencio que recorre el terraplén de polvo
esa lengua de olor contaminada cualquier todo escrito: lina y su noche espléndida, raúl y sus toques en la puerta, josé mario y surcos de tierra en rodillas que sangran quiénes frenan la rabia cobijada en el párpado y la raíz vidamuerte. en esto que va a la deriva yo creí. ahora la casa de mi fe está cercada por lobos tumbada en la manigua. el sitio donde ahogar los cadáveres de mi guerra. soñé una isla de amparo y desnudez. al despertar hallé el manicomio en sordina de otros cuerpos danzando. los he visto. tú lo has dicho.
algo como la noche está cayendo.
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he regresado de la guerra
he inyectado mi cabeza
han herido mi memoria
tengo la isla partida en dos mitades
como puntos cardinales del silencio.
Foto: front cover photo of Ana Mendieta: Earth Body, Sculpture and Performance 1972-1985 (Untitled (Body Tracks), 1974, Estate of Ana Mendieta Collection (http://www.johnbr.com/photos/uncategorized/2007/08/27/img_0534.jpg)