Comenzaron a llegar las fotos y con ellas la evidencia de la vida en otra parte. No estaba tan lejos el recuerdo de un olor distinto, desparramado por toda la antigua casa de madera, cuando una de las tías de Miami, la primera en salir de la Isla por allá por los años 60, regresó a visitarnos. Era el año 1979, tenía yo apenas cinco años, y todavía me sorprendo de los detalles que conservo en la memoria.
Entonces el olor trazó su norte. Mi tía hizo su viaje de regreso y nos quedamos todos a la espera de algo. Un algo que estalló en 1980, cuando el teléfono sonó y nos fueron a buscar a una playa lejos de la ciudad, donde mi familia veraneaba. Cuando en Cuba todavía un simple obrero de una imprenta podía irse a veranear tres o cuatro días con su familia.
El año 1980 fue una cicatriz para mi familia, como para tantas otras en Cuba y en Miami. Al final no nos montamos en aquel barco porque no eran tiempos todavía para salirnos del juego. No sé cuánto le pesó eso a mi padre o a mi madre, no soy capaz de medirlo con exactitud, pero ese juicio llegó después, cuando fuimos descubriéndonos en medio del engaño y la turbiedad de la tan politizada vida en la Isla, en la que terminamos todos atrapados y viviendo al día, como los demás. Y fue duro.
Pero de vez en cuando llegaban aquellas fotos. Existían nuevos primos y esos primos se casaban usando hermosos trajes y tenían hijos y llegaban los nietos de aquella tía. Más tarde la abuela Mercedes, que vivía con nosotros en Cuba, comenzó a viajar para encontrarse con esa otra versión negada de la foto familiar, hasta que no regresó más junto a nosotros.
Ahora comprendo que crecí admirando esa porción en negativo de mi propia historia. Que entendí a mi padre cuando deseó permanecer en la Isla junto para no traicionar los restos de mi abuelo muerto en la guerra, y a mi madre por no fracturar aún más la familia.
Pero el mal estaba hecho. Cuántas veces, ya de adolescente, al caer la tarde, me asomé a la terraza de la beca donde trataba de prepararme para ingresar a la universidad y pensé mi futuro en clave de despedida, incluso de negación, de todo aquello que conformaba mi realidad de entonces, una suma de esperanzas sin asideros, un deseo de llegar sin saber bien adónde.
Thursday, April 9, 2009
Cuaderno de bitácora I
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esto esta tremendo, me senti mas que identificado incluso con las primeras lineas, las ultimas son un tiro al blanco de esa mezcla de sentimientos que todos sentimos antes de partir.
ReplyDeleteCreo que esa es un poco la historia de todos. Yo tambien tengo memoria de olores de ultramar y el sueno sembrado en el corazon cuando la familia paterna que quedaba en el pais, emigro casi completa en el '80. Me pregunto si el dia que retorne a visitar a los mios, mis sobrinos igualmente seran marcados por los olores y la nostalgia de algo que no han conocido, por el anhelo de ver en vivo lo que ahora solo reciben a traves de las fotografias.
ReplyDeleteAsi es, hermano, es como si fuesemos nuestros unicos lectores, aunque por otras vias he recibido testimonio de que me leen, y supongo que tambien tu. Acabo de marcar tu numero telefonico para felicitarte por los treinta y tantos, pero al parecer lo tienes apagado. De todos modos aqui va mi felicitacion doble, ya sabes por el primer aniversario en USA ademas. Espero tengas un lunes esplendido, como te lo mereces. Cuidate, Dios te bendiga.
ReplyDeleteEs la primera vez que alguien refiere ese tufo de libertad sentido al otear el horizonte, lo he dicho de otras formas, pero a ti te quedó genial. Te seguiré.
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