En algún archivo de la Seguridad del Estado cubana debe figurar una denuncia realizada contra mí y otros antiguos compañeros de cuarto de la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba, por allá por los meses de febrero y marzo de 1996 a raíz del derribo de las dos avionetas de la organización Hermanos al Rescate.
La denuncia, como siempre supimos, fue realizada por un joven estudiante de periodismo que compartía litera con nosotros, reclutado por los “segurosos” presumo que con el objetivo de conocer el estado de opinión de los estudiantes en torno a esos hechos.
Recuerdo que estábamos varios estudiantes en el saloncito del televisor, allá en el cuatro piso del edificio F en la beca de Quintero, cuando en el noticiero de televisión leyeron la nota oficial sobre los sucesos. Allí mismo cruzamos opiniones –jóvenes todos, ingenuos como éramos, encandilados con la posibilidad de desmontar, ya que lo estudiábamos y comenzábamos a conocerlo por dentro, un aparato propagandístico que acabaría engulléndonos a la mayoría poco tiempo después– y como sucede muchas veces en Cuba, casi ninguno de los presentes mostró aprobación. Recuerdo que alegamos lo innecesario de tensar aún más el clima político entre Estados Unidos y la Isla, y que un acto como aquel sólo traería mayores conflictos para un país que se ahogaba en medio de la crisis de los años 90, ya saben, el “período especial” traducido en apagones, hambre, epidemia de neuritis, falta de transporte, precios por las nubes, persecuciones de todo tipo a toda hora, periodiquitos de cuatro pardas páginas, balseros interceptados en alta mar o muertos en el intento. Esas pequeñeces.
Días después, uno de nuestros compañeros descubrió el pedazo de papel en el que se informaba de los criterios vertidos aquel día. Allí estaban nuestros nombres y apellidos, y por supuesto nuestras opiniones. ¿Qué se suponía que debíamos hacerle al tipejo entonces? ¿Entrarle a golpes y hacerle tragar el papelucho? ¿O mejor lanzarlo desde la azotea? Pues bien, lo curioso es que no hicimos nada, a lo sumo alguien reclamó, algo así como “Pero mira a este cabrón lo que tiene aquí, ya saben, caballeros, hay que cuidarse del socito este”, pero nada más. No recuerdo ninguna bronca por el hecho ni que hayamos dejado de tratar al denunciante. Nos paralizaba el miedo, la congelación de los sentidos, la comprensión de en qué sociedad vivíamos, pero también la certeza de que ese era nuestro modo de pensar y debíamos ser capaces de defenderlo ante quién fuera.
He recordado este hecho mientras leía el ensayo publicado en español en el blog Penúltimos días bajo el título “El dilema Kundera”, de Jana Prikryl, que también pueden leer en su original en inglés. El novelista checo fue acusado en una revista de haber denunciado en los años cincuenta a un joven de 22 años que supuestamente había espiado para Occidente. Como resultado de su denuncia, el joven pasó catorce años en la cárcel. No es sencillo juzgar hechos que ocurrieron hace más de medio siglo. A lo sumo, como alega Vaclav Havel, debemos “intentar verlo a través del prisma de su propio tiempo”. Pero acaso la arista más importante del affaire estriba en aprender a discernir la naturaleza calculadora y fría de estos regímenes totalitarios, capaces de transformar a los seres humanos exacerbando la infamia que anida en nosotros, nuestros egoísmos, nuestras bajezas.
Los estados policiales, como fue Checoslovaquia más o menos hasta 1989 y como sigue siendo Cuba todavía, nos ponen con frecuencia ante actos similares, en los que los límites de la solidaridad, la ética y la moralidad humanos parecen contraerse hasta la mueca.
En todo caso, difícilmente Kundera pueda ser culpable de algo a estas alturas, aunque ello no quita su responsabilidad ante el esclarecimiento de los hechos, es decir, ante la verdad, como bien escribe Prikryl.
Cada cubano parece tener una historia similar a esta para engordar los anales de la chivatería “revolucionaria”, con el agravante de que no pocos murieron o han debido purgar años de prisión o pérdida de sus trabajos o expulsión de la universidad o separación de la familia y ese largo y punzante etcétera en que los Castro nos convirtieron la vida. Un hipotético escenario futuro de la Cuba en democracia no aminorará esos rencores, lo sé. Por el contrario, avivaría los deseos de ajustar cuentas con el pasado de cada uno de nosotros. Y entonces sabremos cuánto maduramos como pueblo bajo medio siglo de tortura política.
Wednesday, June 3, 2009
El affaire Kundera y medio siglo de chivatería “revolucionaria”
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Hace varios meses estuve al tanto de esas revelaciones acerca de kundera, creo que en elpais.com se publico al respecto. me parecio, primero, un ajuste de cuentas, y todavia sigue pareciendome ironico. pero a saber las circunstancias. yo me recuerdo en la adolescencia escribiendoles cartas patrioticas a mis familiares que vinieron para aca en el 80... sin comentarios. o, si, uno: creo que me movia la frustracion por no haber podido acompanarlos. y en cuanto a la chivateria, siempre tuve la idea que por mi forma de ser, pensar y expresarme, tendria mi correspondiente folder en algun archivo del minint. sin embargo, la confirmacion la tuve cuando ya trabajaba en el periodico la demajagua, donde supe que el entonces director, pedro mora, se dedicaba a dar constantes reportes sobre mi al que atendia los medios de prensa de bayamo por la seguridad del estado. ah, y aunque no dices el nombre, me atrevo a adivinar el nombre del chivato de tu cuarto universitario (comenzara con la primera letra del abecedario?)
ReplyDeleteAsí mismo, Charlie, así mismo. Un pobre tipo de quien más vale no dejar memoria. Gracias por tu comentario.
ReplyDeleteYo recuerdo muchos de estos sujetos en mi pasado. Lastima y verguenza que algunos de ellos sean jovenes, la generacion de la cual se espera que anide el galardon de la lucha por la verdad y la libertad.
ReplyDeleteEs muy cierto que una gran mayoria de cubanos tenemos historias de este tipo, yo cuando cantaba en Cuba siempre era chivatiado y perseguido por el "jefe de sector" que no paraba hasta parar mis conciertos a la mitad. Lo unico que me arrepiento de esos anos es el miedo que tenia mi madre de que algo me pasara... pero la lucha tenia que continuar.
ReplyDeleteGracias por compartir esta vivencia,
Carli C4, poeta libre cubano!
btw, michael, tengo art show el dia 19, pasa por mi blog para que veas los pormenores, espero tomarme fotos contigo y subirlas al blog. Saludos.
ReplyDeletees como una segunda naturaleza, que permea a la sociedad cubana, el horror!
ReplyDeleteEncantada de conocer tu blog, vine por el link de Norberto.
saludos
Eso que nos cuentas en tu articulo es el verdadero peligro en cuba, tu supuesto socito de toda la vida la pone (es chiva) y como tu no lo sabes no te cortas con el y es donde te meten a la cárcel y no sabes muchas veces de donde te viene el golpe, claro el informa hasta donde le conviene y así se pasa toda la vida haciendo daño y a el nunca le pasa nada.
ReplyDeleteMe gusta tu blog.