
Conozco algunos periódicos en español en Estados Unidos que bajo el pretexto de ser leídos principalmente por el público hispano se dedican a maniobras de ocultamiento de la realidad y, lo que es peor, a poco menos que exaltar un modo de vida reñido con el estricto cumplimiento de las leyes norteamericanas.
Debido a esa peculiar forma de hacer un periodismo cada vez menos objetivo, se suele tildar de racista y discriminatorio al legítimo acto de defensa de un Estado contra la inmigración ilegal y descontrolada, así como contra la violación de las fronteras y la permanencia en el territorio de más de once millones de personas sin documentación en regla.
Casi a diario leo reportajes sobre inmigrantes que al ser detenidos revelan injustificados maltratos por parte de la policía o las autoridades migratorias. Últimamente la han tomado contra el alguacil de un condado de Arizona. El hombre se ha hecho célebre por aplicar las normativas “con mano dura” y ya enfrenta demandas en la Corte por maltratos.
El problema está en que, con el mismo énfasis con que en determinado reportaje el redactor se coloca al lado de los hispanos ofendidos, se oculta o minimiza muchas veces deliberadamente el rosario de violaciones de la legalidad cometidas por los denunciantes. Pero ya lo sabemos: el papel imparcial que cierta prensa debería observar en la denuncia de las irregularidades va haciéndose cada vez más elíptico hasta su total anulación.
Tomemos como ejemplo el caso de México, uno de los países con leyes migratorias más estrictas en toda Latinoamérica y no por casualidad una de las naciones más afectadas por las expulsiones de sus ciudadanos desde Estados Unidos. Las regulaciones mexicanas prescriben la deportación de todo aquel indocumentado que proveniente de cualquier país vecino ponga los pies en su territorio.
Una de las escasas excepciones, los inmigrantes cubanos, desde el 2008 son metidos en el mismo saco y deportados desde México a la Isla sin reparar en lo que Estados Unidos sí tiene todavía en cuenta: que huyen de la única dictadura totalitaria del hemisferio occidental y por tanto tienen una motivación que trasciende lo económico para emigrar.
Y digo más: El virus que inocula ese tipo de periodismo ya ha calado sospechosamente en algunos cubanos recién llegados a Estados Unidos. Algo anda mal en el mundo cuando con mayor frecuencia cada vez me encuentro con cubanos que se prestan a ese juego y si un policía los detiene por alguna violación de las leyes y les impone una multa, terminan siempre alegando racismo y elogiando el modo de vida que llevaban en Cuba, donde continuamente recuerdan que “vivían sin trabajar”.
A eso tristemente se prestan muchos cubanos, inmigrantes que ya no les interesa mucho ser llamados “exiliados” y olvidan los privilegios con los que contamos cuando llegamos a este país.
En cuanto a la prensa, supongo que algún día repare en que no está bien condenar el muro fronterizo por un lado mientras se erige una barrera informativa mayor con fines tan hipócritas.
Foto: Ranura en el muro fronterizo entre México y Estados Unidos. Es utilizada para disparar bolas de pimienta y otros proyectiles considerados "no letales" contra los "coyotes" e inmigrantes y traficantes ilegales. (EFE)