Thursday, March 4, 2010

Rumbo norte

Por Lázaro Guzmán
Nací en 1974. En ese año una revolución acababa con la dictadura de Oliveira Salazar en Portugal y los soldados se paseaban por las calles con claveles rojos en la boca de los fusiles entre la alegría popular. Mi madre, siempre atenta a los movimientos populares que conmocionaban al mundo, guardaba un recorte de periódico de aquellos sucesos en Lisboa.
Al final aquella revolución fracasó como tantas otras, pero siempre recordé la fotografía que acompañaba la noticia, una niña que miraba a los soldados desde la multitud. Los ojos de la niña, tan grandes como la luna llena, animaban mi universo infantil, deseaba conocerla algún día cuando yo fuera grande y pudiera viajar por el mundo. "Quiero ser diplomático", les decía a todos, “para poder viajar”.
Mi padre, que sabía lo difícil de poder estudiar esa carrera con cupo limitado y sin ningún contacto, entiéndase "palanca" que pudiera ayudar, creyó que lo mejor era comenzar a ahorrar para que cuando yo cumpliera la mayoría de edad pudiera viajar a Moscú en el único viaje turístico permitido para los cubanos en esa época. El problema fue que cuando pude tener el dinero ahorrado ya se había caído el campo socialista y también esa oferta turística.
Con el tiempo me hice ingeniero y logré trabajar para un instituto como investigador. Pude entonces viajar a talleres y seminarios a America Latina y Europa, hasta que una tarde de diciembre del 2002 decidí no regresar y "desertar" en México.
Ya se había vencido mi visa de 15 días, de modo que me encontraba ilegal, por lo que inicié la solicitud de asilo ante la Comisión de Derechos Humanos. Contaba con un dinero ahorrado, así que mientras decidían mi caso, busqué un pequeño cuarto en la calle Matamoros en pleno mercado de Tepito. Por las mañanas caminaba entre el olor a tortilla fresca de los puestos y el "pásele güerito que está barato" de los vendedores de stéreos, jeans, ungüentos de tigre para la potencia sexual y demás baratijas chinas, alguna legales y la mayoría de contrabando.
Un colega mexicano que había conocido hacía un año en un taller en Costa Rica, me había prometido trabajo en un centro de investigación en Oaxaca una vez que tuviese mis papeles en regla, todo era cuestión de esperar y si podía buscarme algun trabajito mucho mejor.
Encontré un puesto en Plaza de la Computación como vendedor de hardware, pero el salario era tan bajo que gastaba más en ir al trabajo que lo que ganaba, por lo que decidí quedarme quieto en el cuarto gastando lo mínimo y en espera del asilo político. Compré latas de atún, galletas y sopas instantáneas y con eso pensé aguantar el temporal.
Pasaron casi seis meses y la misma tarde en que no aguanté más el atún en un ataque de vómito, la Comisión me negaba el asilo, aconsejándome emigrar a los países fronterizos con una carta a manera de salvoconducto para no tener problemas en los retenes. Las dos opciones eran Guatemala y los Estados Unidos; si mi corazón alguna vez tuvo rumbo sur, por esa vez y para siempre se desvió hacia el norte.

2 comments:

  1. Sabia opción. Gracias por compartir la historia.
    Saludos.

    ReplyDelete
  2. Fernán
    que casualidad hace 3 dias visité su blog, no sabia que conocia de cubanosenhouston.blogspot.com, nos encontramos preparando ahora una nueva version del sitio mas hacia lo blogzine, y esperamos contar con mas colaboradores.
    un saludo

    ReplyDelete