Thursday, December 3, 2009

Un montículo roturado

Buscando viejos apuntes recupero algunas líneas escritas a propósito de mis lecturas de José Kozer, un poeta cubano cuyas iniciales son toda una alegoría bastarda de la mejor literatura, la que refiere destrucciones pero reedifica, la que se detiene en las sombras para viajar hacia otras claridades, la que se solaza en la muerte para connotar renacimientos. Yo no escribiría de un poeta si no lo sintiera cercano, aun cuando sepa que pretender arrojar luz, más luz, sobre otras páginas ya heridas por ella es difícil en ese concierto de contrapuntos entre sobriedad y desmesura que es la poesía de Kozer. Es a esto a lo que voy, al reencuentro de una ardua, intensa singularidad, un cuerpo que ha echado a andar, un montículo ayer florido y hoy calcinado y vuelto a roturar, una ciudad de apagadas noches sin asiento para viajeros, una nación de pesadumbre. Una urbe por levantar, ínsula perdida que no descansa, que propone lo elástico del lenguaje como epifanía y solución, pero otra vez reincidiendo en su espejeante azar, en su final acordado. Esos sentidos que alguna vez recobrarán palabra/ciudad/nación portan esa condición de ductilidad verificable en Kozer, que ya dijo en una ocasión haber sido deslumbrado por simbolistas y también, ¡voilá!, por Lorca, imagino que el de Poeta en Nueva York. ¿Qué sabemos de este señor K? A nadie dijeron ni dirán en escuelas ni hogares que existía y existe. Llamémosles afortunados. Para esos escolares que fuimos, un poeta recomendado por maestro era poeta para desconfiar. Pienso en Nicolás Guillén, que no creo se reponga todavía de esos recelos. Cada vez que en la escuela se menciona a un poeta es para sospechar. Del poeta y de la recomendación, sumergidos ambos, ambos contaminados en y por las nociones previsibles de las heroicidades y los despertares mesiánicos, de las tribulaciones numantinas y de ciertas aleaciones espurias. Que ya en esas escuelas, no más colegios como decían mis abuelas, cada vez se recomienden menos poetas no creo le importe a muchos y lo peor es que no sé cuán malo sea. Solo digamos que este señor K se yergue como lo contrario a un poeta recomendado, al poeta escolar de amapola en busto martiano, y lo más próximo a las fugacidades de la propia vida infeliz o a ese accidente terrible que es ser poeta joven. Yo conocí a Kozer un día de febrero del 2002 en La Cabaña, en La Habana, que dicen es el peor sitio para conocer escritores. No me traje de Cuba aquel libro, la selección de su poesía titulada No buscan reflejarse, firmado por su autor, pero recuerdo algunas frases suyas que anoté y aún otras, y aquel rostro sereno de Kozer transfigurado en Ulises que retorna a tierra donde escasamente alguien lo espera para volver a partir en busca de. Y todo cuanto halla es esto: No hay nada más allá del lenguaje. El lenguaje es una fatalidad. Es el monstruo anulavidas. Habrá que ser irrespetuoso. Siempre. re-Fundarlo. re-Crearlo. re-Armarlo. Siempre. Todavía abría páginas al azar de ese libro, leía yo algunos poemas y volvía a mirar esa nota escrita con apremio y letra frágil: El nombre es la mentira. Y seguido un signo, una grafía, un garabato, un ardid de lo ininteligible que no alcanzaré a desentrañar. Dios mío, cuánto de Tebas nos ha tocado vivir. Cuánto de familia fragmentada. Cuánto de animadversiones y disidencias hay en la larguedad de una poesía nacional. No buscan reflejarse llegó en el momento en que llegó, mas cómo saber si era ese el momento justo. Antes vinieron algunos poemas en revistas, algo en Vigía, alguna entrevista y otra vez el deslumbramiento postergado. Esa demorada recepción de su poesía recuerda aquello de la acusada desterritorialización de la literatura cubana de las últimas décadas, no una más que improbable condición nómada, inaplicable al caso nuestro. Kozer proviene de familia judía, sabe bien de esas migraciones ancestrales y ha sabido poblar toda su obra de referencias cosmopolitas, también antiquísimas, aunque la huella insular no le falte. El desplazamiento de la Isla como centro espacial o punto de llegada, transformada ahora en viejo espigón desde donde se configura un destino: partir, con una intensidad desconocida medio siglo atrás, tributa una dispersión que lejos de redundar en beneficio de cierto cosmopolitismo trasnochado deja un residuo amargo de rencores, descréditos, indiferencias, revanchismos y distancias multiplicadas en el tiempo. Hubo momentos en los que parecía no existir otra poesía entre nosotros que la de norma coloquial políticamente correcta, nauseabundamente afirmativa. Todavía hoy se lamen algunos sus viejas heridas, pero valga recordar que a las excepciones les costaba doble llegar a ser reconocidas o nunca lo serían en la injusta medida en que lo fueron otras voces ya olvidadas dentro del coro nacional. Esos ademanes legitimadores, desafortunadamente, continúan privilegiando un discurso cómodo, quietista, de palidez acrítica, lector de la peor tradición desde el plagio o la pésima copia, para quien el lenguaje es una porra hecha de palabras y el poema es eso, una palabra tras otra, y mira con desdén lo que de verdaderamente revolucionador puede tener una poética asimiladora de corrientes estéticas actuales. Encontré en Kozer un poeta de lo absolutamente interior, evadido de lo acuosamente enaltecedor, aterido por la necesidad de dotar de sentido a la propia realidad desde ella misma y desde lo que se escribe. Antonio José Ponte da cuenta del hallazgo de una confesión en los diarios publicados de Kozer: el poeta dice no haber escrito todavía su gran poema, al que él llama rotundo o definitivo. En otro sitio, Kozer menciona la posibilidad copuladora del dueto Martí/Casal, ya opuestos y ya juntos para siempre, y los proyecta como “orbe reunido”, como “esa entidad centauro” que abrevó o abrevará alguna vez en las riveras de un río mítico insular. Así como no existe tampoco el gran poema, el poema rotundo o definitivo de Martí y de Casal más allá de sus propias vidas y de sus poéticas, en los poemas de Kozer late la telúrica intencionalidad de anular poderes espurios, magnificencias verborreicas, grandezas de ocasión, vastedades hinchadas de gravedad, grandilocuencias atroces, todos tan extraños a su discurso, a su pensamiento filosófico, y esa intención lo re-úne con una zona no desdeñable de la poesía contemporánea cubana.

5 comments:

  1. Devoción hace falta para seguirlo, dice José Kozer. Veo que la tienes y enhorabuena. Quizás en una futura antología que se lea en las escuelas cubanas no debería faltar su Limpieza General o su Diáspora. Servirían para mostrar la diversidad cultural de aquella Cuba que no es ya. Que vean cómo en esos versos de tema judío florece la cubanidad.

    Vale este espacio también para decirte que recién me entero de tus colaboraciones con Encuentro como OP y otros seudónimos. De admirar tu valentía y la calidad de tus trabajos. Espero que en el futuro puedas seguir el camino del periodismo.

    Un cordial, coterráneo, saludo

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  2. Fernan, Gracias por llegarte a mi blog y dejar tu comentario. Te lo agradezco sobre todo porque hace varios días que no podía actualizarlo. Pues sí, en un viejo post cuento algo de mis colaboraciones con Cubaencuentro. Una etapa bien difícil en la que tenía la sensación de moverme sobre una cuerda floja. Pero valió la pena. Un abrazo.

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  3. Michael, te dejé un saludo en el post: DEL ESCRIBA DEUDOR. Un saludo. Alex

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  4. José Alejandro, un gran abrazo. Me alegró leer tu comentario en mi página, con esas remembranzas de ciertos personajes. Un saludo para Niurka.

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