Thursday, April 8, 2010

Conciencia ciudadana

¿Qué sostiene al régimen de La Habana? Me preguntan a diario gentes que no tienen la menor idea de qué y cómo es vivir bajo un Estado totalitario. Y me lo pregunto a menudo yo también. Lo sostiene la represión. Y lo sostiene la propaganda que amordaza y envilece hasta las mentes más lúcidas. Y lo sostiene un estado de sobrevivencia que somete al ciudadano medio con necesidades básicas no resueltas y con la búsqueda incesante de algo para llevarse a la boca. No abunda el tiempo para pensar en la Declaración Universal de los Derechos Humanos cuando no abunda el pan. Saben eso los dictadores, tengan el pelaje que tengan. Pero también lo sostiene nuestra propia incapacidad. Valdría la pena insistir un poco más en ello. Esa es una de las principales carencias de quienes auguran la pronta caída del gobierno de Raúl Castro y radica en esbozar ideas tales como "esperar porque despierte la conciencia ciudadana de los cubanos". Aquellos que esperan un estallido a partir de semejante visión del caso cubano temo que quedarán de nueva cuenta defraudados. Esto es algo de lo que no se habla mucho al abordarse el tema Cuba. Es decir, de las verdaderas razones por las cuales no cabe esperar mucho de nuestras rebajadas capacidades cívicas y de nuestro escaso apego a los ademanes democráticos. Porque no es políticamente correcto, alegarán. Y sobre todo porque siempre será una prioridad castigar al victimario antes que condenar a las víctimas. Pero sabido es que los cubanos nunca hemos exhibido mucho de eso que llaman "conciencia ciudadana". No sólo porque retornen pendularmente las oleadas de actos de repudio o por esas continuas muestras de dudoso apoyo que publican a diario los medios oficiales. Es que sencillamente no tenemos mucho de qué sentirnos orgullosos cuando miramos hacia atrás, a pesar de haber eslabonado más de medio siglo de experiencia republicana con valores democráticos. Dónde se nos perdió. Adónde se nos fue. Sería bueno saberlo. No podemos alardear mucho de civismos. Nos dejamos "comer el coco" fácilmente. Votamos a la escapada, con los pies, con las visas, con los árboles genealógicos para cruzar el Atlántico en Iberia, o las balsas o lanchas para intentar llegar a la Florida o Cancún. Por eso tienen mayor mérito quienes se oponen y ganan la cárcel con ello. Y sus madres, hijas y esposas, que desfilan cada semana por calles y avenidas de la capital cubana bajo acoso policial y de las turbas que un mañana no muy lejano saldrán beneficiadas también del status de libertad por el que luchamos hoy. Y los blogueros, con Yoani a la cabeza. Y quienes denuncian a diario las múltiples violaciones de los derechos humanos allí, que no tienen que ser forzosamente llamados opositores. Esta guerra no debía ser exclusivamente de ellos. Pero lamentablemente es entendible cuando dicen sentirse bastante solos.