Monday, April 27, 2009

Drive (an Experimental Dance Film)

En la página de la actriz cubana Lili Rentería en Facebook encontré una referencia a este cortometraje que une danza, teatro, cine y música en escenarios de la vida real. Fue realizado en el 2006, dirigido por Jane Osborne. De ella son también las coreografías. Una joya, es decir, arte en estado puro. Está en dos partes. Que lo disfruten.

Thursday, April 23, 2009

Cuaderno de bitácora II

Nací en un pueblo con trenes que pasaban a cualquier hora. Los recuerdos de mi infancia siempre tienen por todo paisaje una línea de ferrocarril y la ancha y larguísima calle polvorienta, pedregosa, sin asfaltar todavía, que se extendía a su lado durante kilómetros. También hay una casa de madera. Una casa que se estremecía cuando se aproximaban las casillas de los trenes de carga, casi siempre abono, piedras, caña y también aquella oscura miel llamadas “de purga”, cuyo olor dulzón atravesaba las ventanas y rendijas de la casa y se nos colaba en cada rincón de la sala, los cuartos y la cocina. Por allí pasaban trenes de pasajeros con dos destinos: Holguín y Santiago de Cuba. No más. Venían desde (o iban hasta) Antilla, antiguo puerto de mar, hermoso pueblo muy venido a menos, como todos –y todo– en Cuba, al que jamás visité de niño sino ya bastante tarde, durante esas turbulencias de juventud que obligan muchas veces a desandar lo andado. Un escritor cubano, desde Dominicana, dedica su blog a esas extrañas remembranzas cubanas salidas de los pueblos con ferrocarril. Leyendo sus textos, ahora que reparo en ellos, descubro que mi relación con aquellos viejos trenes, teniéndolos tan cerca, nunca fue de tanta proximidad. No llego a evocarlos como presencias constantes en mi memoria. Más bien son antiguos fantasmas de un paraíso perdido, a cuyas ruinas quién sabe si volveré algún día.
Fotos: A. Mantilla en Panoramio

Wednesday, April 22, 2009

Otro capítulo, la misma novela

Nunca quise equivocarme tanto. Nunca. Es como para sentir pena ajena por tantos ingenuos que en mundo habitan. ¿O no son ingenuos sino desesperados, o simplemente seres que acostumbran a anteponer sus deseos a la realidad? Pero esto ya lo podíamos intuir. No sé muy bien por qué, debe ser que la historia, o sea, el pasado, ese que el presidente norteamericano llama a rehuir, tiene su peso en la toma de decisiones políticas y no es tan fácil dar un paso al costado cuando se han contraído tantas deudas con la humanidad. Estamos de nuevo en los inicios. La potencia invita, tiende un ramo de olivo, tiene la intención de dialogar. Como si se pudiera obviar que no hay posibilidad alguna de diálogo con dictadores. Otra vez el pasado. Otro capítulo de una misma novela. La supuesta víctima sólo quiere ganar un poco de tiempo.
Foto: EFE

Monday, April 20, 2009

Esperando la verde

Carlos Centurión es un amigo cubano que vive aquí en Houston y ha querido compartir con los lectores de mi blog este texto suyo, poema incluido. Espero lo disfruten. Ayer en la noche, después de una jornada más de ocho horas de trabajo, emprendí soñoliento el rutinario camino hacia la casa. Una vez más el tráfico azotaba las anchas calles de Houston y el espacio entre mi carro y los demás se fue reduciendo hasta parecer que viajábamos en una “guagua” cubana, donde el aire solo se respira dos veces: antes de entrar y a la salida. En ese momento estático, sin comprender la razón de tanta lentitud agobiante, salgo del carro para mirar al horizonte mecánico adelante e intentar descifrar el por qué de la situación. Asombrado veo, casi a dos cuadras, un semáforo que parece haber perdido la noción del tiempo y está dormido en la luz roja, en un sueño algo profundo. Sin saber qué hacer o a quién llamar para que me saque (aunque sea volando) de esta situación absurda, me senté derrotado en mi asiento, mirando con envidia como por la otra senda los carros llevaban a una velocidad increíble a esos hombres, que como yo, querían llegar a casa. Ahí fue que lo entendí todo, el odio al color rojo me hizo remontarme a mi Cuba y darme cuenta que había estado en este estancamiento antes; quizás no con carros, pero sí con personas. Recordé cómo soñaba tanto en mi Isla que ese cambio de luz llegara, cómo en silencio todos esperábamos que el color verde nos liberara de esa dictadura roja que nos detuvo en el tiempo, sin darnos el chance siquiera de elegir nuestro destino. Mirando la desesperación en los carros vecinos comprendí que era exactamente lo mismo que en Cuba, quizás con la diferencia de que este tranque duraría unos minutos, quizás unas horas…, pero el de mi Isla lleva ya cincuenta años. Al pasar media hora y no haber avanzado ni medio metro, decidí apagar el motor del carro, resignado a pasar la noche en esta situación extenuante; recordé como en la Isla muchos decidieron también apagar sus motores y no protestar contra la injusticia, resignados a pasar el resto de su vidas viviendo la dictadura asesina y cruel. Al pasar unas dos horas en el mismo lugar, mire hacia afuera buscando refugio en algún indicio de movilidad, pero nada, solo vi como algunos abandonaban sus carros para ir yo no sé adónde, pero lejos, lejos de tanta obstinación; recordé cómo en la Isla mis hermanos abandonaban también sus casas, sus familias, sus amores, sus amigos, sus historias, para lanzarse a ese mar travieso con la esperanza de llegar a otras calles donde pudieran vivir en tiempo, sin estancarse en el olvido. Como a las tres horas de estar en medio de la nada, esperando un milagro del cielo o que alguien tuviera la valentía de derribar ese semáforo opresor a martillazos, llego la policía y comenzó a solucionarlo todo. Me sentí afortunado, recordé que en mi Isla nadie vino a ayudarnos, recordé como el estanco al que estábamos sometidos, ese de la mente y el alma, era solo un problema nuestro y ninguna autoridad vial vendría a solucionarlo; en mi Isla quizás los martillazos hubieran sido la mejor opción, quien sabe. Un oficial dirigía el tráfico, mis esperanzas y también mi alegría. Así fue como, al pasar junto a él, me quedé observando unos segundos al semáforo déspota que aún pregonaba arrogante esa luz roja que todos odiábamos. Me remonté una vez más a mi Isla y sentí el mismo odio (multiplicado por cincuenta años) por ese tirano cruel que nos robó la gasolina de nuestras vidas y nos obligó a vivir estancados en esas calles de represión hechas a su antojo. Al llegar a casa y recordar el incidente me sentí agradecido a pesar de todo, lloré recordando a mi familia, esa que aún sufre ese estancamiento moral que sufren todos los cubanos que todavía viven en esa prisión gigante. No pude hacer más nada, sólo sentarme una vez más en la silla de mi automóvil, con las ventanas bajadas, esperando que la inspiración me hiciera el favor de escribir algo para poder impregnar aquel momento para siempre en mi memoria… Y esto fue lo que escribí:
Como esperando la verde…
Como esperando la verde entre ese tráfico infernal, yo solía a ti esperarte, para bien o para mal. Como esperando la verde, con esas ganas de todo, fue que fui ganando miedo, perdiéndote de algún modo. Como esperando la verde, pendiente del cambio urgente, tantos sueños se lanzaron hacia el mar, junto a mi gente. Como esperando la verde, con más rojo que amarillo, comprendimos que callarnos siempre sería más sencillo. Como esperando la verde, mirando por los espejos, viendo cómo esas promesas cada vez se iban más lejos. Como esperando la verde, con ansias, llenando el tanque, nos prohibieron con fusiles que nuestro carrito arranque. Como esperando la verde yo me paso cada día, amando a mi tierra hermosa, odiando a su tiranía. Como esperando la verde, con esperanza segura, violo las leyes viales que impuso la dictadura.
Foto: Archivo gráfico CEH

Monday, April 13, 2009

Cosas veredes

Ya es un hecho. El gobierno de Estados Unidos ha levantado las restricciones de viajes y de remesas a Cuba. Supongo que en breve podamos todos enviarles dinero y visitar a nuestros familiares en la Isla, o al menos cada vez que nuestras economías lo permitan. Pero, ¡ay!, ellos allá deberán seguir tragándose sus críticas al régimen o cuando más hablando sobre su hastío de media centuria en voz muy baja para que el vecino apenas pueda escucharlos. Lo que parecen olvidar los nuevos gobernantes norteamericanos son las razones por las que esas restricciones fueron impuestas y lo poco que ha cambiado el escenario desde la llamada “primavera negra” del 2003 a hoy. Obama juega a dar continuos golpes de efecto para desligarse de políticas anteriores, con el agregado esperanzador de que los tiempos han cambiado tanto que inducen a creer que forzosamente Cuba también moverá ficha. Sólo que en el folder de los asuntos pendientes, el régimen cubano sigue quedando a deber en materia de libertades y respeto a los derechos individuales. La siempre latente frivolidad política de Estados Unidos en relación con Cuba ha sido el gas primero de la dictadura cubana en cincuenta años. Pero hay que reconocer que hasta ahora, esa bobería norteña no ha logrado imponer, por ejemplo, su peregrino deseo de levantar el embargo a la Isla, argumentando que turistas y productos de primer mundo –fabricados en China, ya sabemos–, taladrarán el muro de acero erigido por los Castro contra los cubanos. Pues bien, el fin de ese embargo parece estar cerca. Ese ambiente frívolo, el mismo que puso al advenedizo Obama en la Casa Blanca y que mandó a La Habana a los congresistas del Black Caucus para que se comportaran cual turistas de revoluciones, sigue tan vivo como las prácticas de tortura en la Isla contra los prisioneros de conciencia y los insistentes ninguneos de muchos políticos europeos y norteamericanos en relación con los luchadores por la democracia dentro de Cuba. ¿Qué nos faltaría por ver? Faltaría por ver, claro, qué capítulo sigue a éste. Por ejemplo, cuáles serán las presiones de la administración estadounidense sobre el gobierno cubano para conseguir la ansiada democratización de la Isla. Pero visto lo visto, sospecho que seguiremos esperando algo que todavía va a demorar un poco más en llegar.

En Naü-haus Art Space

Hace unos días atravesamos medio Houston, que es una porción considerable de ciudad, para visitar la exposición de Jesús Galván, en el reducido espacio de la galería Naü-haus Art Space. Galván es un pintor mexicano que reside actualmente aquí, donde trata de abrirse paso como artista con una propuesta estética bastante singular. Apenas pudimos conversar unos minutos en medio de una cantidad razonable de personas que llegaban hasta con sus mascotas, pero ese tiempo fue suficiente para que, al enterarse de que yo era cubano, me hablara de su admiración por la obra de José Bedia, cuya influencia siente cercana. Estas son algunas fotos de la muestra.
Fotos: Martha María Montejo y M.H.M.

Thursday, April 9, 2009

Cuaderno de bitácora I

Comenzaron a llegar las fotos y con ellas la evidencia de la vida en otra parte. No estaba tan lejos el recuerdo de un olor distinto, desparramado por toda la antigua casa de madera, cuando una de las tías de Miami, la primera en salir de la Isla por allá por los años 60, regresó a visitarnos. Era el año 1979, tenía yo apenas cinco años, y todavía me sorprendo de los detalles que conservo en la memoria. Entonces el olor trazó su norte. Mi tía hizo su viaje de regreso y nos quedamos todos a la espera de algo. Un algo que estalló en 1980, cuando el teléfono sonó y nos fueron a buscar a una playa lejos de la ciudad, donde mi familia veraneaba. Cuando en Cuba todavía un simple obrero de una imprenta podía irse a veranear tres o cuatro días con su familia. El año 1980 fue una cicatriz para mi familia, como para tantas otras en Cuba y en Miami. Al final no nos montamos en aquel barco porque no eran tiempos todavía para salirnos del juego. No sé cuánto le pesó eso a mi padre o a mi madre, no soy capaz de medirlo con exactitud, pero ese juicio llegó después, cuando fuimos descubriéndonos en medio del engaño y la turbiedad de la tan politizada vida en la Isla, en la que terminamos todos atrapados y viviendo al día, como los demás. Y fue duro. Pero de vez en cuando llegaban aquellas fotos. Existían nuevos primos y esos primos se casaban usando hermosos trajes y tenían hijos y llegaban los nietos de aquella tía. Más tarde la abuela Mercedes, que vivía con nosotros en Cuba, comenzó a viajar para encontrarse con esa otra versión negada de la foto familiar, hasta que no regresó más junto a nosotros. Ahora comprendo que crecí admirando esa porción en negativo de mi propia historia. Que entendí a mi padre cuando deseó permanecer en la Isla junto para no traicionar los restos de mi abuelo muerto en la guerra, y a mi madre por no fracturar aún más la familia. Pero el mal estaba hecho. Cuántas veces, ya de adolescente, al caer la tarde, me asomé a la terraza de la beca donde trataba de prepararme para ingresar a la universidad y pensé mi futuro en clave de despedida, incluso de negación, de todo aquello que conformaba mi realidad de entonces, una suma de esperanzas sin asideros, un deseo de llegar sin saber bien adónde.

Thursday, April 2, 2009

Metal a la orden

Cuando vivía en Cuba, casi con una visa en el pasaporte, los consejos de algunos socitos se traducían así: pórtese bien, que usted ya casi tiene un pie afuera y le pueden negar el permiso de salida. Ahora que estoy fuera, las recomendaciones tienen que ver con la posibilidad real de que no me dejen entrar a Cuba. Así vivimos los cubanos. Amenazados dentro y fuera. Con espadas sobre nuestras cabezas. He visto un blog que recoge evidencias de las negaciones de permisos de salida o entrada que han padecido varios cubanos. Cada uno de nosotros, es un decir, tiene algo que contar al respecto. En cuanto a mí, difícilmente olvide aquellos días en las oficinas de Inmigración en mi ciudad, las caras de tantas personas humilladas ante lo penoso de un trámite que en lugar de ser tan sencillo como en cualquier otro sitio de este ancho mundo se nos ha convertido a los cubanos en una amargura más. Angustia muchas veces no amortiguada por el hecho de vivir en libertad. Porque ¿cómo recuperar el tiempo que nos robaron al lado de un ser querido cuando no nos permitieron ingresar más al país? ¿Con qué se cura esa infelicidad? Me preguntan si a un cubano que cruza la frontera de México hacia Estados Unidos le permiten regresar de visita a Cuba. ¿Puede alguien saberlo? ¿En algún lugar está escrito? ¿Y quién puede asegurar que se puede generalizar y que no analizan caso por caso?
Estos policías aéreos. Una anécdota leí una vez sobre los oficiales fascistas. Ellos siempre alegaban que cumplían órdenes y que eso debía ser tomado como un atenuante. A lo que sus acusadores respondieron: ¿Quiere decir que si se los vuelven a ordenar, lo volverán a hacer?
Foto: Obra "El gran poder", de Juan Quintanilla. Bienal de La Habana, 2009 / EFE