Thursday, February 12, 2009

What's up, Barry?

Con cierto dolor leo las confirmaciones de lo que ya era un secreto a voces: el béisbol de las Grandes Ligas estaba minado por el consumo de esteroides y hormonas de crecimiento. Antes fue el escándalo provocado por Juiced, el libro de José Canseco. Ahora son las declaraciones, los mea culpa de grandes estrellas que comienzan a caer como mangos maduros. El manto del dopaje ensombreció la carrera de nombres imprescindibles en la historia moderna del béisbol mundial: Rafael Palmeiro, Mark MacGuire, Sammy Sosa, Roger Clemens, a quienes todavía les quedaban algunos años en el terreno. Más recientemente, Alex Rodríguez y Miguel Tejada han confesado que se dopaban o que al menos mintieron cuando dijeron que no lo hacían. Pero tal vez ninguno sufrirá más cuestionamientos que el gigante entre gigantes, Barry Bonds, el hombre --casi adolescente en la foto-- que con sus 762 cuadrangulares desplazó al mítico Hank Aaron de la cumbre de los jonroneros históricos en la Gran Carpa. En teoría, desde el 2004 comenzaron a aplicarse castigos por dopaje en Grandes Ligas, pero hasta ahora han sido más los "tapados" que los sancionados, como reveló la cifra de 104 peloteros cuyos nombres la revista Sports Illustrated, hasta donde sé, no ha divulgado. Cuesta creer que tantas estrellas se hayan equivocado de la manera en que lo hicieron. No es una vergüenza, o al menos no en el sentido que quiere darle Bud Selig --vaya usted a saber cuánta responsabilidad tiene este hombre en todo eso, yo digo que mucha--, es algo peor, es un cataclismo de la ética. Por eso, el dilema, antes que legal, es ético. Doparse es apelar al fraude y es entonces que la preocupación de jugadores como Lance Berkman y Roy Oswalt tiene fundamento. Los que se ganaron sus números a pulmón, sin ayuda del laboratorio, tienen derecho a cuestionar los records y hasta los multimillonarios contratos de las superestrellas que ahora reconocen sus faltas.

Wednesday, February 4, 2009

La rabia, el orgullo, el énfasis, la sospecha...

Mucho de lo que siempre quise escribir y no pude sobre el tan prolongado conflicto entre árabes e israelíes, lo ha publicado el ensayista mexicano Enrique Krauze en su columna de El País, de España. Era yo bastante adolescente, casi un niño, cuando abría las páginas del único diario, el Granma obviamente, que llegaba a nuestra antigua casa de madera, allá en el pueblito de Cueto, y leía las noticias sobre nuevas incursiones del ejército hebreo en territorios ocupados, o nuevas matanzas, o nuevos atentados selectivos, o nuevas guerras contra otros países árabes vecinos. Ni una línea dedicada jamás a los miles de muertos del otro bando. Esas bajas no cuentan cuando informar con objetividad no es la misión de los medios de prensa, como sucede todavía en la Cuba de Fidel y Raúl Castro. Cuando los medios reflejan sólo una cara de la verdad, subliminalmente alientan en los lectores o espectadores la inclinación por la duda. Y no sólo por la socorrida -y muy cierta- ecuación de que nunca son tan malos los malos ni tan buenos los buenos, sino por un elemental sentido de respeto hacia el otro, hacia la pluralidad, que es la negación de aquello que tan torpemente reflejan diarios como Granma o Juventud Rebelde. Eso sucedía y sucede aún en ese país mío, de donde un día salí convencido de que regresaría, pero sólo cuando ningún hombre de traje verde o del color que sea se atreva a pisotear mi condición de demócrata, con el mismo rencor que ese par de femeninos pies pisan en la foto la bandera con la estrella de David. Nada atentaría más contra la verdad en el caso del conflicto árabe-israelí que apagarle la luz, mediáticamente hablando, a un bando en beneficio ciego de otro. Pero no se olviden de la objetividad. Los radicales islámicos, como esta mujer o este miliciano, que no todos los árabes lo son, tengamos eso presente, juran todos los días que borrarán del mapa a Israel y a todos los infieles de occidente, y por muchas razones que Javier Marías tenga para creer que no hay que hacerles demasiado caso, lo último que puede hacer el mundo libre es esperar cruzados de brazos por nuevos 11 de septiembre. Y si no, relean aquí.
Esta vez, Krauze ha hablado por mí y por muchos que sé piensan como yo.

Monday, February 2, 2009

El ajedrez es poesía

Hace unos días conversé con Jorge Luis León, un habanero que siente pasión por el ajedrez. En Cuba estudió Historia y desarrolló una encomiable labor como ajedrecista, escritor e investigador sobre el origen y el desarrollo de este deporte. Llegó a Estados Unidos en 2002 y tras establecerse en Miami se vinculó a varias escuelas. Con una de ellas, la Mater Academy, alcanzó a formar y preparar un equipo de más de 20 jugadores, válidos para ubicar a dicho centro entre los tres primeros del Estado de la Florida y en el número 17 de toda la nación.
Por esas vueltas que da la vida, dejó la Florida y hace apenas unos meses que vive en Houston. Ahora está trabajando en un supermercado Wal Mart hasta que pueda poco a poco abrirse camino con lo que mejor sabe hacer. Por lo pronto, espera establecer contacto con otros fervorosos defensores de las no pocas virtudes de este antiquísimo juego, tan proclive a la serenidad y al buen juicio como tan alejado de la violencia. León lleva más de cuatro décadas muy vinculado a los tableros, primero como jugador y luego como maestro y pedagogo. Enamorado de la enseñanza del ajedrez, sobre todo en edades tempranas, ha elaborado un programa docente titulado "El ajedrez: la poesía de la lógica", una guía para el trabajo con el juego ciencia en las escuelas, que contribuiría a la formación de estudiantes con edades comprendidas entre 8 y 15 años, y avalado con un premio internacional en Argentina.
"Este programa resulta una gran ayuda para la formación integral del niño, pues enfatiza la estrecha relación del ajedrez con la vida. Tanto en el juego como en nuestro desenvolvimiento día a día es preciso tomar decisiones constantemente y esa facultad la potenciamos aplicando tácticas y estrategias que están sobre los tableros. Ya algunos lugares de Estados Unidos han establecido programas de formación para profesores de ajedrez. En Texas podríamos alcanzar algo así, pues hasta donde conozco no lo tenemos", me comentó. Es autor de varios libros, entre ellos Breviario ajedrecístico, donde se confirma por qué el ajedrez está comúnmente asociado al desarrollo precoz de la inteligencia y al afianzamiento de rasgos importantes dentro de la vida como la honestidad, el empleo de la táctica, el logro de la concentración necesaria para alcanzar un fin, la aceptación de la derrota, entre otros. A León lo motiva no tanto el hecho de buscar obsesivamente al gran genio o al campeón, como sucede en regímenes como el de Cuba, sino tratar de dotar de horizontalidad a la formación cabal del joven ajedrecista. "Este juego interviene en la formación del carácter, te prepara para la vida. En ese sentido, es mucho más que un simple movimiento de piezas sobre 64 casillas, es propicio para la maduración intelectual, pues permite poner en manos de talentos cada vez más jóvenes, varios problemas e inquietudes que son cada vez más complejos", argumentó. A la pregunta de cuánto ha beneficiado la tecnología al ajedrez responde: "En el análisis de las partidas y la preparación de los jugadores, mucho. Pero en la práctica, poco. La máquina nunca podrá suplantar al jugador porque el ajedrez no es únicamente memoria, sino también creatividad y un poco de instinto o lo que podemos llamar un sexto sentido. De no ser por eso, los memoriosos fueran todos campeones", sostuvo el profesor. Cuando inquiero sobre a quién considera el mejor jugador de la historia, León esboza una sonrisa. "Por favor, nadie me tilde de chovinista, pero hasta el propio Bobby Fischer reconoció que fue el cubano José Raúl Capablanca. A Fischer, por cierto, lo conocí en La Habana durante la Olimpiada Mundial de 1966, evento que logró reunir a gigantes como los ex soviéticos Tigrán Petrosián, que era el campeón mundial en ese entonces, Boris Spassky y Mijail Tal, el danés Bent Larsen y el argentino Miguel Najdorf. Pero también debo decir que entre los jugadores que más me han llamado la atención están el norteamericano Frank J. Marshall y el francés Phillidor, un extraclase jugador del siglo XVIII cuyas partidas transcritas han llegado con vigencia hasta nuestros días", explicó León. Desde que yo estoy en Houston, nunca había recibido un abrazo tan fuerte y sincero por parte de otro cubano, ni había visto a nadie más contento al descubrir que quien lo iba a entrevistar era un compatriota suyo. Experimentar esas cosas ayudan a tener un mejor día. Le deseo mucha suerte a León.